Hace tiempo que no disfruto de la compañía de mi buen amigo Alex Rovira. Confieso que aprendo muchísimo junto a él y desde el primer momento disfruto de tenerlo a mi lado. Ya sólo su saludo es más que representativo, un gran abrazo como sólo él sabe dar, porque como me dice permanentemente : “Somos piel “; y un abrazo no es sólo un placer; acariciar y ser acariciado es también una necesidad para nuestro bienestar, equilibrio y desarrollo. Las caricias son un lenguaje rico y sofisticado. Un extraordinario código de comunicación tan elocuente o más que las palabras, ya que nos permiten acercarnos al otro y crecer en la expresión del amor.
Hay caricias que consuelan y las hay que alientan. Otras alivian, algunas reconocen, las hay que desatan el deseo. Hay caricias vestidas de pasión y las hay con sabor de amistad y ternura. Las caricias expresan un rango amplísimo de significados: gratitud, compasión, esperanza, reconciliación, complicidad, perdón… Porque nacen tanto del instinto más arcaico que busca el contacto con el otro para saberse protegido, como de la expresión de la conciencia más elevada y entregada al otro.
La duración media de un abrazo entre dos personas es de 3 segundos. Pero los investigadores han descubierto algo fantástico. Cuando un abrazo dura 20 segundos, se produce un efecto terapéutico sobre el cuerpo y la mente. La razón es que un abrazo sincero produce una hormona llamada «oxitocina», también conocida como la hormona del amor. Esta sustancia tiene muchos beneficios en nuestra salud física y mental, nos ayuda, entre otras cosas, para relajarse, para sentirse seguro y calmar nuestros temores y la ansiedad. Este maravilloso tranquilizante se ofrece de forma gratuita cada vez que tenemos a una persona en nuestros brazos, que acunamos a un niño, que acariciamos un perro o un gato, que estamos bailando con nuestra pareja, cuanto más nos acercamos a alguien o simplemente sostenemos los hombros de un amigo.
En el año 2004 Juan Mann (seudónimo cuya fonética coincide con One Man, «un hombre») regresa a Australia, su país natal. Una vez allí, el sentimiento de soledad comienza a invadirle, sus padres acababan de divorciarse, se había separado de su prometida y su abuela había fallecido. Para animarse decide ir a una fiesta, donde una desconocida le regala un abrazo, «Me sentí como un rey, fue lo mejor que me ha pasado nunca», así describiría ese momento tiempo después, en una de las pocas entrevistas que hay de este personaje. Con ese sentimiento, un 30 de junio, decide salir a repartir abrazos a la gente que transitaba por Pitt Mall Street en la ciudad de Sidney. Así fue como conoció a Shimon Moore, quien grabó al protagonista abrazando y el intento frustrado de la policía de prohibir los abrazos gratis. Precisamente, sería ese video alojado en YouTube, el que llevaría una simple actitud a transformarse en todo un movimiento a nivel mundial, conocido como Free Hugs Campaign o Abrazos Gratis entre los hispanohablantes.
A partir de ese momento, el movimiento se logra expandir alrededor del mundo gracias a personas que, motivadas por el vídeo original, deciden lanzarse a las calles a repartir afecto, y posteriormente, gracias al boca a oreja originado por estas espontáneas acciones. Actualmente, el movimiento continúa por todo el mundo, y en en canal de YouTube se alojan centenares de vídeos creados por los abrazadores que simplemente pretenden compartir sus experiencias con más gente.
Lo último y más extravagante de esta dinámica de los abrazos se acaba de conocer con un negocio que más que innovador le podríamos denominar “ retador”, se trata de Ali, que es una mujer de 47 años y que es residente en Nueva York. Y abraza por profesión. Su empresa consiste en esto: ofrecer abrazos. La sesión se realiza en su apartamento. Después de que el cliente firme un contrato en el que es consciente de que no hay nada sexual, explica a Ali lo que quiere y, una vez elegido, lo ponen en práctica en el sofá o la cama.
A 60 euros una hora abrazados. Pero hay más tarifas. Peli y abrazo cuestan 150 euros y si se quiere pasar la noche, el precio sube a los 360. Aunque nadie ha querido pasarse toda la noche así. Eso sí, el abrazo de despedida es gratis.
Aquí podéis ver el vídeo de Allie: una mujer que cobra por dar abrazos.