Son más de las doce de la noche de un domingo y repasando el correo veo uno que me envía un buen amigo que adjunta un vídeo con el siguiente texto: “La mejor charla sobre zapatos que jamás habrás visto”. De repente estoy por reenviar a colegas del Instituto del Calzado el link, pero la prudencia y la disposición de tiempo hace que pueda “invertir” 18 buenos minutos para la reflexión.

Primero entro en la web del protagonista del vídeo y es un publicista argentino que se llama Pachi Tamer y lo único que veo son innumerables fotos de personas sin hogar de muchos lugares del mundo a través de la aplicación de Instagram, luego veo una cuenta asociada pidiendo un dólar por un sueño a través de paypal, en el que se busca la oportunidad de ingresar a un joven colombiano en una clínica de desintoxicación, o poder cumplir el sueño de dos “homeless “ americanos, uno que quiere ir a la fiesta de la cerveza en Munich y otro que quiere una bicicleta para sus desplazamientos :

http://www.one-dollar-dreams.com/onedollar_mod.html

Quien no agradece

No entiendo nada. Decido que lo mejor es ver el vídeo y después de él me formulo yo mismo la siguiente reflexión:

A menudo quizás nos descubrimos quejándonos de pequeños rechazos, de faltas de consideración o de descuidos de los demás. Observamos en nuestro interior ese murmullo, ese gemido, ese lamento que crece y crece aunque no lo queramos. Y vemos que cuanto más nos refugiamos en él, peor nos sentimos; cuanto más lo analizamos, más razones aparecen para seguir quejándonos; cuanto más profundamente entramos en esas razones, más complicadas se vuelven.

Hay un enorme y oscuro poder en esa vehemente queja interior. Cada vez que una persona se deja seducir por esas ideas, se enreda un poco más en una espiral de rechazo interminable. La condena a otros, y la condena a uno mismo, crecen más y más.

Además, quejarse es muchas veces contraproducente. Cuando nos lamentamos de algo con la esperanza de inspirar pena y así recibir una satisfacción, el resultado es con frecuencia lo contrario de lo que intentamos conseguir. La queja habitual conduce a más rechazo, pues es agotador convivir con alguien
que tiende al victimismo, o que en todo ve desaires o menosprecios, o que espera de los demás —o de la vida en general— lo que de ordinario no se puede exigir.

Esa actitud de queja es aún más grave cuando va asociada a una referencia constante a la propia virtud, al supuesto propio buen hacer: “Yo hago esto, y lo otro, y estoy aquí trabajando, preocupándome de aquello, intentando eso otro… y en cambio él, o ella, mientras, se despreocupan, hacen el vago, van a lo suyo, son así o asá…”. Determinadas estrategias personales, profesionales, políticas, sociales se basan precisamente en esto en llorar, en quejarse y dejar que los demás den la respuesta a sus propias
incapacidades.

Cuando se cae en esa espiral de crítica y de reproche, todo pierde su espontaneidad. El resentimiento bloquea la percepción, manifiesta envidia, se indigna constantemente porque no se le da lo que, según él, merece. Todo se convierte en sospechoso, calculado, lleno de segundas intenciones. El más mínimo movimiento reclama un movimiento en contra. El más mínimo comentario debe ser analizado, el gesto más insignificante debe ser evaluado. La vida se convierte en una estrategia de agravios y reivindicaciones. En el fondo de todo aparece constantemente un yo resentido y quejoso.

¿Cuál es la solución a esto? Quizá lo mejor sea esforzarse en dar más entrada en uno mismo a la confianza y a la gratitud. Sabemos que gratitud y resentimiento no pueden coexistir. La disciplina de la gratitud es un esfuerzo explícito por recibir con alegría y serenidad lo que nos sucede. La gratitud implica una elección constante. Puedo elegir ser agradecido aunque mis emociones y sentimientos primarios estén impregnados de dolor. Es sorprendente la cantidad de veces en que podemos optar por la gratitud en
vez de por la queja. Hay un dicho estonio que dice: “Quien no es agradecido en lo poco, tampoco lo será en lo mucho”. Los pequeños actos de gratitud le hacen a uno agradecido. Sobre todo porque, poco a poco, nos hacen a uno ver que, si miramos las cosas con perspectiva, al final nos damos cuenta de que
todo resulta ser para bien. Hasta hace unos años parecía que la supervivencia en el trabajo sólo era cosa de hombres pero hoy en día sabemos que el mero hecho de afrontar nuestro día a día supone emprender muchas acciones.

Os invito a repasar nuestra agenda diaria cargada de obviedades y repleta de nimiedades que borran el verdadero sentido de nuestra vida y que nos hacen dar un vuelco hacia el pesimismo y el fatalismo muchas veces exagerado que no nos hace ver la gran alegría de podernos levantarnos cada día con una misión social, personal, familiar y profesional que abordar.

Por supuesto que después de tanto hablar os dejo el vídeo…….porque en el fondo somos todos iguales……

http://www.blogmiamiadschoolmadrid.com/pachi-tamer-charlas-ted-zapatos-blog-creatividad-blog-publicidad/

¡¡ Aaah !!. Doy gracias a Luis que fue quien me lo envió, a Pachi Tamer, a TED Rosario y a tantas personas que en pequeños minutos dedicados a mí consiguen que cada día sea mejor persona.