Homo homini lupus es una locución latina de uso actual que significa el hombre es un lobo para el hombre o el hombre es el lobo del hombre. Se cita con frecuencia cuando se hace referencia a los horrores de los que es capaz la humanidad para consigo misma.
El antropólogo Marcy Harris en uno de sus ensayos nos dice:
«La especie humana es única en el reino animal, ya que no hay correspondencia entre su dotación anatómica hereditaria y sus medios de subsistencia y defensa. Somos la especie más peligrosa del mundo no porque tengamos los dientes más grandes, las garras más afiladas, los aguijones más venenosos o la piel más gruesa, sino porque sabemos cómo proveernos de instrumentos y armas mortíferas que cumplen la función de dientes, garras, aguijones y piel con más eficacia que cualquier simple mecanismo anatómico”.
Hoy en pleno Siglo XXI y pese a todas las experiencias vividas en la historia de la humanidad seguimos siendo muy peligrosos,especialmente cuando el hombre alejado de otro tipo de voluntades se deja llevar por la cerrazón de su propia razón. Podríamos revisar hechos en las noticias de hoy y acontecimientos históricos que han sacado, sin duda, lo peor del hombre. Hay muchos extremos en uno y en otro lado del globo terráqueo, de distintos colores y creencias, pero el que más ha resaltado en la historia ha sido el Holocausto judío.
Durante el Holocausto unos seis millones de judíos (alrededor de un tercio de la población judía mundial de la época) fue exterminado. En algunos casos desaparecieron comunidades enteras, entre las que se destacan la floreciente comunidad judía de Polonia (que contaba con cerca de tres millones de miembros).
El número exacto de personas asesinadas durante el régimen nazi aún no ha sido determinado, aunque los siguientes guarismos son considerados confiables:
- 5,6-6,1 milliones de judíos
- 3,5-6 milliones de civiles eslavos
- 2,5-4 milliones de prisioneros de guerra
- 1-1,5 milliones de disidentes políticos
- 200.000-800.000 gitanos
- 200.000-300.000 discapacitados
- 10.000-250.000 homosexuales
- 2.000 testigos de Jehová
Te puedes interrogar y decir,….. sí, pero…..Puedes caer en la tentación de pensar que ahora son otros los que descargan la ira sobre otros pueblos e incluso el propio pueblo judío, como temor, venganza o defensa y todo depende de lo que uno alimente. Hay un viejo cuento de la tradición de los indios Sioux que así nos lo expresa:
«Un anciano de una tribu sioux estaba teniendo una charla con sus nietos acerca de la vida.
Les dijo: Una gran pelea está ocurriendo en mi interior y es entre dos lobos. Uno de los lobos representa la maldad, el temor, la ira, la envidia, el dolor, el rencor, la avaricia, la arrogancia, la culpa, el resentimiento, la inferioridad, la mentira, el orgullo, la competencia, la superioridad y la egolatría. El otro la bondad, la alegría, la paz, el amor, la esperanza, la serenidad, la humildad, la dulzura, la generosidad, la benevolencia, la amistad, la empatía, la verdad, la compasión y la fe.
Esta misma pelea está ocurriendo dentro de vosotros, y dentro de todos los seres de la tierra.
Lo pensaron por un minuto y uno de los niños le preguntó a su abuelo: Abuelo, dime… ¿Cuál de los lobos ganará?”.
Y el anciano sioux respondió simplemente… El que alimentes”
Recientemente el Papa Francisco ha visitado Tierra Santa y me conmueve el discurso que ha hecho el 26 de Mayo en el Memorial de Yad Vashem o Museo del Holocausto que dice así :
“Adán, ¿dónde estás?” (cf. Gn 3,9).
¿Dónde estás, hombre? ¿Dónde te has metido?
En este lugar, memorial de la Shoah, resuena esta pregunta de Dios: “Adán, ¿dónde estás?”.
Esta pregunta contiene todo el dolor del Padre que ha perdido a su hijo.
El Padre conocía el riesgo de la libertad; sabía que el hijo podría perderse… pero quizás ni siquiera el Padre podía imaginar una caída como ésta, un abismo tan grande.
Ese grito: “¿Dónde estás?”, aquí, ante la tragedia inconmensurable del Holocausto, resuena como una voz que se pierde en un abismo sin fondo…
Hombre, ¿dónde estás? Ya no te reconozco.
¿Quién eres, hombre? ¿En qué te has convertido?
¿Cómo has sido capaz de este horror?
¿Qué te ha hecho caer tan bajo?No ha sido el polvo de la tierra, del que estás hecho. El polvo de la tierra es bueno, obra de mis manos.
No ha sido el aliento de vida que soplé en tu nariz. Ese soplo viene de mí; es muy bueno (cf. Gn 2,7).
No, este abismo no puede ser sólo obra tuya, de tus manos, de tu corazón… ¿Quién te ha corrompido? ¿Quién te ha desfigurado?
¿Quién te ha contagiado la presunción de apropiarte del bien y del mal?
¿Quién te ha convencido de que eres dios? No sólo has torturado y asesinado a tus hermanos, sino que te los has ofrecido en sacrificio a ti mismo, porque te has erigido en dios.
Hoy volvemos a escuchar aquí la voz de Dios: “Adán, ¿dónde estás?”.
De la tierra se levanta un tímido gemido: Ten piedad de nosotros, Señor.
A ti, Señor Dios nuestro, la justicia; nosotros llevamos la deshonra en el rostro, la vergüenza (cf. Ba 1,15).
Se nos ha venido encima un mal como jamás sucedió bajo el cielo (cf. Ba 2,2). Señor, escucha nuestra oración, escucha nuestra súplica, sálvanos por tu misericordia. Sálvanos de esta monstruosidad.
Señor omnipotente, un alma afligida clama a ti. Escucha, Señor, ten piedad.
Hemos pecado contra ti. Tú reinas por siempre (cf. Ba 3,1-2).
Acuérdate de nosotros en tu misericordia. Danos la gracia de avergonzarnos de lo que, como hombres, hemos sido capaces de hacer, de avergonzarnos de esta máxima idolatría, de haber despreciado y destruido nuestra carne, esa carne que tú modelaste del barro, que tú vivificaste con tu aliento de vida.
¡Nunca más, Señor, nunca más!
“Adán, ¿dónde estás?”. Aquí estoy, Señor, con la vergüenza de lo que el hombre, creado a tu imagen y semejanza, ha sido capaz de hacer.
Acuérdate de nosotros en tu misericordia.
Cuanta Verdad !!! Cuanta verdad en todas estas palabras.
Si no estamos sumergidos en la Misericordia, lo nuestro parece que es alimentar un lobo u otro. Y ciertamente, escuchando ahora las quejas de los representantes palestinos sobre la opresión a la que están sometidos por Israel, se reafirma nuevamente esta triste historia humana.
El homo se encuentra a si mismo en la Misericordia.
Un abrazo.