Estamos en fechas decisivas en las que miles de estudiantes españoles deciden sobre su futuro. En plena vorágine de matriculaciones permíteme una reflexión personal que podría concluir diciendo que no son todas la universidades son iguales y que no todas las formas de enseñanza son válidas en pleno siglo XXI. Confieso que me ha servido para mucho la lectura de este artículo del periódico Expansión: La formación también se pasa al modelo ‘start up’.
Es cierto que afortunadamente todo está cambiando y de una forma más que rápida, aún así ni las metodologías se adecuan a las necesidades del alumno y su experiencia como usuario y ni mucho menos se escucha a las necesidades del mercado y sus empresas. Por otra parte es necesario que se busque un feedback permanente entre el profesorado y el alumnado que lleven mutuamente a cuestionarse a sí mismos en sus formas de pensar y actuar, y así adquieran el hábito de retarse continuamente, para replantearse absolutamente todo como actitud vital. Al fin y al cabo, esta es la realidad del mercado, ¡hay que cambiar y actuar!
El camino a seguir está apoyado en la mejora de competencias de la persona y sus valores y, sin duda, éstas van más allá de las sesiones formativas. Antes de ellas, los profesores motivan, estimulan a curiosear y preguntan ¿qué les interesa más sobre la materia?, ¿qué les preocupa? y tratan con cariño y esmero cada una de las palabras, imágenes, ejemplos y retos que se plantean.
Las metodologías son importantes. Las herramientas también. Pero la clave del éxito en la formación actual, radica en conseguir que las sesiones generen valor a través de las diferentes facetas profesionales que desarrollarán a lo largo de su vida.
¿Qué debería de ofrecer un programa formativo en una universidad que se llama moderna e innovadora?
- Que aporte otra visión añadida sobre nuevos productos y servicios. Compartir experiencias con los alumnos/as e incorporar su visión a experiencias futuras.
- Que ponga en contacto con nuevas personas-ideas-tendencias. Networking activo con todos los agentes de referencia de la disciplina que se estudia.
- Que exista una inspiración constante de los alumnos. Posicionarlos como referencia de generación de nuevos productos y servicios.
- Descubrir savia nueva. Aprender y beber de nuevos referentes desconocidos.
- “Cosquillas” en la mente. Ayudar y participar en la creación de un tejido profesional, arriesgado e innovador.
- El entorno adecuado para recibir un grupo de alumnos emocionantes y que se emocionen.
- La posibilidad de participar en algo “fresco y nuevo”, diferente. Pasárselo bien y aportar todos su experiencia. Aprender nuevos enfoques y planteamientos.
- Metodologías y herramientas más avanzadas en el entorno de la innovación de la materia que se estudia. Conocimiento y estructura para llegar a objetivos.
- Potenciar talento. Permitir errores como aprendizaje.
- Un golpe de realidad y a la vez un soplo de esperanza. Amplitud de miras.
- Ganas de ejecutar y cuestionarse continuamente. Motivación para generar negocios y/o proyectos de vida. Inspiración para levantarse cada día con ganas de hacer cosas distintas.
- Experiencias profesionales, vivencias, vibraciones .
- Contagiarse entre todos, para pensar ideas locas. Inquietud por entender, observar y retratar.
¿Qué no debe faltar en cualquier programa formativo?
- Diseño, coherencia y honestidad en los conceptos, con una permanente proximidad con el usuario.
- Fomento de la colaboración. Trabajo en equipo.
- Conocimiento del ADN de cada participante como marca.
- Práctica. Mucha práctica. Aprender haciendo.
- Resultados: entre ellos, especial atención a los posibles fracasos y su experiencia. No sólo éxitos.
- Visualización. Tendencias. Co-creación y suma de ideas.
- Experiencia y reflexión.
Insisto. Son reflexiones públicas; a partir de ellas si te han servido para algo, me alegro mucho.