Las PYME ( Pequeñas y Medianas Empresas), presentan una serie de desventajas respecto de las grandes empresas como el caso de que tienen mayores dificultades para obtener capital o crédito, sobre todo en su fase más temprana de comienzo. Sus recursos restringidos pueden también reducir su acceso a las nuevas tecnologías o la innovación. Además sus problemas se acrecientan si deciden actuar aisladas en el proceso productivo. Es decir, en el contexto de la globalización, liberalización financiera y cambio tecnológico continuo, las PYME tienen muchos problemas para sobrevivir de forma aislada, así que necesitan un ambiente de colaboración.
Si comparamos las microempresas respecto de las PYME observamos, en general, las PYME funcionan y operan con criterios de acumulación y buscan un desarrollo empresarial; las microempresas, en cambio, son en su mayoría unidades económicas de subsistencia. Los excedentes de las PYME se destinan en alguna medida a ahorro e inversión; en cambio en las microempresas se destinan a cubrir necesidades básicas.
Pero no todo son desventajas frente a las grandes empresas ya que las PYME son más flexibles debido a su tamaño y por tanto se pueden adaptar mejor a los constantes cambios producidos por el entorno actual. Su gestión, al ser mas sencilla (en términos de tamaño empresarial), suele ser más eficiente, consiguen una mayor implicación de la sociedad en el riesgo empresarial, favorecen la igualdad de oportunidades y la movilidad social y son un asignador eficiente de recursos. Además, no debemos olvidar que las PYME constituyen la fuente más importante de generación de empleo y, dentro de la estructura industrial, su participación no es marginal. La participación de éstas en el empleo es mayor que en la producción.
Se han identificado una serie de factores que han permitido a muchas PYME obtener éxito. En primer lugar, contaban con una organización eficiente de la producción y una coordinación fluida con el sistema local; segundo, habían adquirido un nivel de especialización que les permitía mejorar su capacidad de aprendizaje y, al mismo tiempo, obtener mayores economías de escala. Tercero, poseían una mayor flexibilidad y adaptación. Todo ello les permitió elevar la calidad de sus productos y competir mejor en el plano nacional y en algunos casos en el internacional. Las redes empresariales observadas presentaban diversos grados de integración horizontal o vertical, o algún tipo de combinación de ambos.
De modo que se observa que existen unas líneas de actuación que permiten alcanzar grandes resultados si se adoptan las medidas correctas. Todo esto nos sitúa en un clima idóneo para dar un empujón que permita a las PYME salir de su letargo, planteando una solución a las mayores dificultades que deben afrontar este tipo de empresas que se producen cuando deben actuar de forma aislada. Una alternativa para que se vuelvan competitivas sería fomentar la existencia de cadenas productivas, y los agentes que participan en la cadena productiva deben estar coordinados.
Esta forma de cooperación puede manifestarse a través de redes o integraciones verticales y horizontales. La competitividad de la PYME se puede incrementar formando redes y subcontratando. Para conseguir esto es indispensable que logren engranarse en las cadenas productivas o bien en conglomerados (clusters) industriales que no sólo les ofrezcan una oportunidad de inserción más estable en el proceso productivo, sino que además les permitan acceder a la transferencia de tecnología y a información de los estándares de calidad requeridos, entre otros.
De esta forma, podrían contribuir con un mayor valor agregado, una mejor calidad del producto y recibir por ello una mejor retribución. Para conseguir este clima de cooperación es necesario que las administraciones públicas se vuelquen y se comprometan en generar el marco adecuado de colaboración, así como dando un impulso al desarrollo innovador y tecnológico. Esto implica una política general de fomento de la competitividad sistémica y que se generen iniciativas sobre las PYME.
De este esquema se sigue que la integración productiva de las PYME es plausible en la medida en que existan mecanismos de organización de la producción a nivel local y éstos se centren en el desarrollo de redes empresariales, las cuales han demostrado ser los motores ideales para impulsar la especialización y el aumento de productividad.
Se puede argumentar entonces que la cooperación horizontal o especialización entre la PYME contribuye a crear una eficiencia colectiva la cual se define como una ventaja competitiva derivada de las economías externas locales (local external economies), cuya acción conjunta depende a su vez de una infraestructura adecuada, de facilidades de capacitación y del acceso a servicios públicos. Asimismo, cuando se da la integración vertical, las grandes empresas complementan a las PYME en áreas donde estas últimas no son eficientes o ni siquiera tienen presencia. De esta manera, la necesidad de complementariedad entre grandes empresas y PYME crea la posibilidad de establecer vínculos verticales.
Como ya se ha dicho para fomentar esta capacidad se necesitan políticas y programas especiales de apoyo, pero estas intervenciones tendrán pocas posibilidades de éxito si no respetan el principio de subsidiariedad —que permite que cada entidad realice aquello para lo cual está mejor capacitada— y si no se insertan.