Hoy en día, el cerebro humano está desplazando a los medios de producción tradicionales: materia prima, trabajo duro y capital. Hasta ahora, los países se habían enriquecido mediante una combinación de dichos medios tradicionales. Sin embargo, hoy en día esos factores ya no son relevantes y hasta el Papa Juan Pablo II estuvo en su día de acuerdo, por ese motivo, en su encíclica del año 1991 concluía: “Hubo un tiempo en el que el principal factor de producción era la tierra, luego lo fue el capital… Hoy el factor decisivo es el propio hombre, es decir, su conocimiento.” Por lo tanto, el éxito de un negocio depende de un colectivo de cerebros. Ahora el conocimiento es poder.

Partiendo de esta premisa, es lógico que las facultades y escuelas de economía estén preocupadas en dar a conocer sus conocimientos de una manera eficiente. En la década de los sesenta, las escuelas de economía británicas contaban con unos 5.000 estudiantes de MBA (Master in Business Administration). En la actualidad, dicha cifra asciende a más de 75.000. Además, en los Estados Unidos se lanzan al mercado laboral cada año 100.000 MBA nuevos y es posible que sus alumnos descubran que muchos de sus conocimientos están ya anticuados mucho antes de su graduación. Lamentablemente, en nuestro país optamos porque estos mismos profesionales, los mejores de la historia, se vean obligados a buscarse la vida más allá de nuestras fronteras, expulsados sin remedio por el propio sistema.

Todo esto a pesar de que parece una obviedad que la mayor fuente de conocimiento y riqueza de un país es la generación de un futuro de progreso para su sociedad. Sirva a modo de ejemplo la actuación de la oficina de Análisis Económico de los Estados Unidos que ha comenzado a computar la I+D como inversión y no como gasto.

¿El resultado estadístico? El Producto Interior Bruto de los Estados Unidos sería hoy un 3% superior al calculado con el método anterior. Pero aunque eso no suponga ningún cambio en los bolsillos de los ciudadanos ¬–aunque sí afecta directamente a los datos macroeconómicos–, implica un avance en las técnicas contables a la hora de valorar aspectos y activos intangibles de la economía que son, además, el valor añadido y diferencial de una economía desarrollada. Al hilo de esta reflexión cabe señalar que Australia y Canadá ya hicieron este cambio en sus contabilidades en el año 2008, y Europa lo tiene previsto para el próximo 2014, siguiendo el consejo de las Naciones Unidas.

La investigación en la Comunidad Valenciana atraviesa su peor momento y vive sus horas más bajas. Los institutos tecnológicos han pasado de recibir 47 millones de euros el pasado 2010 a tan solo 20 millones que están asignados para el próximo año. Tristemente, el recorte de la financiación se ha traducido en un descenso del personal investigador pues en 2011 habían unas 1.800 personas trabajando en alguno de estos institutos tecnológicos y ahora no llegan a los 1.200… ante tan lamentables datos prefiero no continuar, pero… ¿Mediremos la incidencia en el futuro de toda esta serie de decisiones sobre el PIB valenciano?