Hoy he empleado mis dos horas de clase de mis alumnos en hablar sobre la crisis económica actual. He intentado por todos los medios hablar en positivo, en hablara de oportunidades, en hablar sobre futuro.
Probablemente una de las cosas que más molesta a la nueva generación sean los tonos apocalípticos que algunos emplean al referirse a los hechos que acontecen, a la sociedad presente y a la juventud de ahora. Como si en los tiempos modernos no hubiera otra cosa que ruina, corrupción y depravación.
Es evidente que una crisis moral y de valores afecta a nuestro tiempo, pero desde luego no a todos y especialmente no a todos los jóvenes de nuestra sociedad. Pero también las pasadas generaciones pasaron sus crisis ( de valores y económicas). Hay valores que han perdido fuerza y presencia hoy, pero también hay otros que la han ganado. Hemos coincidido todos en clase, que en las crisis hay que actuar, hay que tomar medidas, y afortunadamente los jóvenes de hoy tienen valores y, por supuesto, muchos más de los que aparentemente nosotros ( y especialmente lo que somos padres), vemos en ellos:
- una fuerte sensibilidad en favor de la dignidad y los derechos de la persona;
- la afirmación de la libertad como cualidad inalienable del hombre y de su actividad;
- la estima de las libertades individuales y colectivas;
- la aspiración a la paz;
- el pluralismo y la tolerancia entendidos como respeto a la diversidad y a las convicciones ajenas;
- la repulsa de las desigualdades entre individuos, clases, razas o naciones;
- la atención a los derechos de la mujer y el respeto a su dignidad;
- la preocupación por los desequilibrios ecológicos.
Merece la pena saber descubrir esos valores en la nueva generación, y otros muchos más que sin duda hay. Y si no nos gustan mucho, quizá sería oportuno reflexionar, sin demagogias, sobre aquello de que los jóvenes son, en buena medida, el producto de lo que hemos hecho los que ahora somos adultos.
Así que lo mejor es evitar esa cómoda tendencia a denunciar defectos sociales y de estructura: el ambiente, la calle, la droga, las perversiones de la sociedad de hoy…, porque muchas veces el principal problema –hemos de reconocerlo y ver cómo mejorar– está en la propia casa.
Hoy la sociedad española se ha enterado, entre escándalo y escándalo, de los que rigen todas las instituciones de este país, que un hombre sabio, conciliador pero guerrero en favor de las libertades y derechos ciudadanos, y un humanista de prestigio ganado a pulso a lo largo de 96 años de vida intensa, había muerto. José Luis Sampedro murió el pasado domingo en su casa de Madrid, y lo hizo con la discreción que le caracterizó siempre. Defensor de una economía «más humana, más solidaria», Sampedro era «un hombre moral y humanamente comprometido con el mundo que le tocó vivir, algo que demuestra en todas y cada una de sus obras, ya sean ensayos sobre economía y sociedad» o novelas, según su editora. Me quedo con una de sus frases precisamente dirigida a los jóvenes «Nuestro tiempo es para mí, esencialmente, un tiempo de barbarie. Y no me refiero solo a violencia, sino a una civilización que ha degradado los valores que integraban su naturaleza. Un valor era la justicia». Ahí lo dejo, valores y justicia, ¡¡ qué extraño binomio en los tiempos que nos ha tocado vivir !!.
Tengamos, por tanto, una actitud positiva y abierta ante las nuevas transformaciones de las estructuras sociales, de las formas de vida y de las formas de pensar. Procuremos transmitir una visión de las cosas que sepa descubrir y alentar lo positivo y, al mismo tiempo, corregir lo negativo, sin olvidar –como decía– echar antes una mirada de sana autocrítica a la propia vida. Porque como también dijo Sampedro….” De lo que no tengo duda, es que tras esta crisis,…..¡¡ vendrá otra crisis !! “.
Las apariencias, por experiencia, engañan ( mira la foto que ilustra este post ). Ya lo dice la cita bíblica. «No juzguéis y no seréis juzgados, porque con la misma vara que midáis, seréis medidos».
Os pongo un ejemplo con el video que os acompaño