Estamos dentro de una sociedad sujeta a permanentes cambios, y dentro de ellos acaban de ocurrir importantes transformaciones no sólo en el entorno mundial sino en lo más próximo de nuestras vidas y de nuestros trabajos. Pronto todos nos lanzábamos a crear opinión sin precisamente dar tiempo a ver cómo el pastor cuida de su grey. Es muy fácil utilizar estos momentos precisamente para eso, para poner en tela de juicio a nuestros superiores o arreglar en el mal sentido a nuestra empresa.

Es muy difícil que en estos tiempos, no nos paremos a ver la figura del pastor como símbolo de servicio. Servicio que cada uno tiene que tener claro en su entorno: familia, trabajo, barrio, colectivo, pero por encima de todo la clase dirigente como son los políticos y los empresarios que deben de dar, como un conocimiento real y una pertenencia real entre la metáfora pastor-ovejas: él las cuida y ellas confían en él y lo siguen fielmente. Entiendo que el mundo empresarial y político es cada vez más difícil, al igual que también es más fácil cuestionar las decisiones de los que tienes arriba sin ponerse nunca en el lugar del que toma las decisiones y sus consecuencias. Es complicado desde luego la digestión cuando tienes que estar oyendo la puesta en común de todas las decisiones que se toman a nuestro alrededor. Tómate un café con un amigo, escucha sus comentarios y reflexiones, habla de tus inquietudes, escucha sus consejos…Estás trabajando, pero más importante: estás vivo.

Ligados en una sociedad cada vez con más desfavorecidos, podemos ver la igualdad en la que se nos da en cuanto a determinadas oportunidades y me puedo referir al símil bíblico de los talentos: el que recibe uno solo tiene la oportunidad de hacer el mejor uso de él al igual ocurriría con el que ha recibido más. En resumen la diferencia no es el número sino la forma de usarlos Hay muchos de nosotros a los que la vida les ha dado talentos y los han negociado con métodos creativos y productivos éticamente correctos. Lo importante es que esta actitud de decisión y destreza, como ocurre en nuestra vida personal, nos lleve al valor y la decisión de encontrar la mejor manera de servir en una sociedad de crisis, adaptaciones al cambio o de incertidumbre en el futuro como el que estamos viviendo.

Muchas veces nos enmascaramos en estas puestas en común de las críticas, puestas a sometimiento del conjunto, cuando vivimos tremendamente solos sin ver nada ni a nadie que nos circunda. Es precisamente esa soledad a la que aludo la que realmente acampa con demasiada frecuencia en nuestras familias. En ese grito desesperado del abandono, confluyen las gargantas anudadas de tantos padres y madres deshechos no por haberlo dado todo por sus hijos- que eso nunca les costó-sino porque a cambio sólo han obtenido abandono, porque están hartos de callar ante excusas que más parecen un insulto que verdaderas razones. A este grito se acoge también la soledad que se apodera de tantas parejas cuando el amor se ha perdido, desgastado o lo ha destrozado la traición. El grito de soledad del que anhela caricias y cariños que nunca volverán del pasado, y que empiezan a dudar de que algún día fueran ciertos. El grito de soledad del que cómo se le va la vida y sus fuerzas cuidando de sus mayores sin la más mínima ayuda de otros muchos que también debieran. Hay que apoderarse de ese grito en aquellas situaciones en las que lo único sensato es acogerse a la oración si eres creyente, porque hay soledades invencibles. Es imposible acompañar la soledad del que ha sido visitado recientemente por la muerte, y más si es en forma trágica como los fallecidos en nuestras carreteras y ante la pregunta , no habrá nunca nada ni nadie que cubra el hueco que deja ese hijo muerto en la flor de la vida. Es imposible calmar la frustración solitaria del que está postrado por la enfermedad durante años. Nadie es capaz de romper esa soledad del que tiene que enfrentarse a la más dura de las batallas, la de su propia muerte. Se nos va el tiempo y precisamente se nos pasa el tiempo en tonterías sin saber la trascendencia de lo que estamos haciendo en el día a día, sólo anhelamos y nunca estamos conforme con nada de lo que tenemos.

Sinceramente, me produce temblor, me estremezco ante tanto abandono y tanto relativismo. Me imagino este temblor en tantas mujeres víctimas de la violencia de sus parejas, en tantos y tantos inmigrantes que no sólo están lejos de sus patrias sino que se le ha negado durante mucho tiempo algo tan básico como ser reconocidos. Me abrazo a este grito desesperado en la soledad del aislamiento profundo del alcohólico, de ése con el que no quiere estar nadie y al que llamándole borracho calmamos nuestra conciencia. Me abrazo en la incomprensión para intentar comprender que detrás de aquel joven que se deja esclavizar por la droga no hay sino una tremenda soledad que nadie sabe acompañar.

Es esa misma soledad sembrada insensiblemente por toda la tierra, la misma que nos ha llevado a tantas guerras absurdas, ha sido la prepotencia de un puñado de poderosos la que está dejando abandonados y solos a tantos y tantos miles de habitantes de nuestro planeta. Pero también es nuestro estilo de vida insolidario el que está detrás de estas guerras que sólo saben dejar desolación. Una horrible enfermedad tiene que habernos entrado cuando valoramos más un barril de petróleo que una vida humana, cuando nuestro bienestar consumista tiene que ser defendido con armas y muerte. Ricos y rodeados de todo, sí ………Pero inmensamente solos.

A lo mejor el mundo empieza a cambiar cuando escuchemos unos de otros nuestros gritos de soledad. Sin duda llegaremos así al corazón del hombre. Como muchos, quizás tampoco encontremos respuesta y tengamos que callar. Pero, desde luego, y eso no hace falta el rigor científico conseguiremos un mundo mucho más humano.