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Financiación a la innovación

Financiación a la innovación

Uno de los campos temáticos que más polémica ha levantado en los últimos días es la  financiación de las actividades productivas de las empresas. La industria tiene un papel determinante entre las convicciones sociales y, de esta manera, la población se ha acostumbrado a equiparar el progreso industrial y técnico con el progreso social. Precisamente, de esta identificación proviene el que tanto nuestro país haya vinculado la decadencia económica y política con la decadencia innovadora de nuestras empresas.

Si analizamos la historia económica de España veremos que, como siempre, ha habido una tendencia a entronizar a un sector en cada época (automoción, agroindustria, turismo, ocio, etc.) despreciando, por el contrario, a los tradicionales (que parecían que iban solos o por libre). Especialmente, la Administración ha mostrado un “amor ciego” a las empresas llamadas de base tecnológica, lejos de una realidad que ha derivado a su clusterización o establecimiento global en zonas geográficas marcadas por una actividad productiva específica. Un claro ejemplo lo encontramos en los sectores de la madera-mueble, cerámico, calzado, juguete, etc. Sin esta evidencia, hasta hoy en día, las distintas administraciones no tendrían ningún problema en inyectar a cañón fondos para generar espacios científicos con el objetivo de atraer a empresas de alto contenido tecnológico, alejados de la realidad empresarial y social.

No podemos dejar de lado nuestro entorno de crecimiento y competencia europeos, por lo que hace muy pocos días, se publicó el borrador del VIII Programa Marco, denominado Horizonte 2020. en el que la propia Comisión reconoce que el problema del declive industrial no es sólo de las industrias intensivas en mano de obra (como se pensaba en un principio), sino de todas, incluso de las de base tecnológica, que para algunos de los países miembros son todavía el futuro, según sus dirigentes. Europa también insiste en que el conocimiento es el tema central y así lo mostró en las conclusiones de  la agenda de Lisboa y, de esta manera, refuerza que la investigación y la tecnología son, junto con la educación y la innovación, los componentes del “Triángulo del Conocimiento”.

Para que España llegue a alcanzar “la economía del conocimiento más dinámica y competitiva del mundo” manteniendo el “modelo europeo”, debería aumentar su investigación aproximadamente un 3% del Producto Interior Bruto, tal y como recomiendan desde Europa. También tendría que explotar mejor sus capacidades en dicho campo, transformando resultados científicos en nuevos productos, procesos y servicios. Es decir, invertir en investigación aplicada para sus industrias.

En el momento de escribir este artículo se debate en el Congreso de los Diputados la situación de decadencia del Sistema de I+D+I español, cuando ya previamente en el Senado y con los votos en contra del PP se ha rechazado una moción por la que se instaba al Gobierno a desarrollar determinadas políticas que frenaran el deterioro de la I+D española.

Indignante es cuando dicha moción no implicaba una partida presupuestaria adicional, sólo buscaba poner “ orden “ , en situaciones de interpretación hacia Bruselas rogándoles que en casos de crisis económicas como la que estamos padeciendo, las partidas presupuestarias asignadas a la I+D y a la innovación no computen como déficit, al igual ocurriría con la educación; también se pedía estimular las políticas de I+D; desarrollar en todos sus términos la Ley de la Ciencia y crear una Agencia Financiera Pública que desarrolle y potencie nuevos instrumentos financieros con el fin de reducir la dependencia de las pymes respecto a la financiación bancaria de estas actividades

Está claro que el Gasto Público en I+D es una condición necesaria, pero no la única. La suficiencia y la eficiencia vendrán conjuntamente con actitudes ante el riesgo, la disposición al aprendizaje, el prestigio de saber emprender, y la voluntad de nuestra clase política… que llevarán a que una serie de medidas bien aplicadas sean realmente dinamizadoras tras un considerable esfuerzo económico de los contribuyentes y de sus gobiernos.

La paronomasia es un recurso estilístico de nuestro lenguaje que consiste en que dos palabras parecidas en sonido, signifiquen cosas muy distintas. Evidentemente, la financiación y la innovación van radicalmente por caminos muy distintos, tanto en la esfera privada como en la pública, ¡así nos va!

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