Hace ya muchos años leí un libro » El viaje en tren», en el que se hacía una seria reflexión. Me marcó tanto, que incluso, cuando cumplí mis cuarenta años y ante mis amigos y mis familiares en unas palabras que les dirigí en mi fiesta de celebración incluí una reseña en una «especie» de discurso que improvisé.
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Acabo de vivir una nueva etapa en ese viaje por y para la vida, porque es cierto, la vida se asemeja a un viaje en tren. Con sus estaciones y cambios de vía, algunos accidentes, sorpresas agradables en algunos casos, y profundas tristezas en otros…Llevado por eso, por la tristeza de la pérdida de un ser querido, al cual no hace falta hoy nombrar, porque seguro que a él le habría gustado seguir en ese anonimato peculiar que le hacía incluso un ser entrañable y especial. Su sordera, sus manías, su aparente aislamiento le hacían muchas veces semejarse a un niño y así muchas veces nos tratábamos y le tratábamos, como casi un recién nacido, porque al nacer, nos subimos al tren y nos encontramos con nuestros padres, creemos que siempre viajarán a nuestro lado… Pero en alguna estación ellos se bajarán dejándonos seguir el viaje, de pronto nos encontraremos sin su compañía y su amor irreemplazable…No obstante, muchas otras personas que nos serán muy especiales y significativas, se irán subiendo al tren de nuestra vida… Nuestros hermanos, amigos y en algún momento, el amor de nuestra vida…
Algunos tomarán el tren, para realizar un simple paseo… Otros durante su viaje pasarán por momentos de oscuridad y tristeza… Y siempre encontraremos quienes estén dispuestos ayudar a los más necesitados…Muchos al bajar, dejan un vacío permanente… otros pasan tan desapercibidos que ni siquiera nos damos cuenta que desocuparon sus asientos… Es curioso ver como algunos pasajeros, se acomodan en coches distintos al nuestro… Durante todo el trayecto están separados, sin que exista ninguna comunicación… Pero en realidad, nada nos impide que nos acerquemos a ellos si existe buena voluntad de nuestra parte… De lo contrario, puede ser tarde y encontraremos a otra persona en su lugar… Llegado a este momento he de confesar que mi relación muchas veces con él fue turbulenta y ésta no era llevada por el distinto parecer político o el equipo de fútbol de nuestros amores, eran temas mucho más profundos, pero al final el demonio, o ese hombre viejo que llevamos dentro no han salido victoriosos. Quien realmente me ha demostrado todo lo que le quería ha sido el Señor, que me ha demostrado con hechos fehacientes, porque los he vivido en primera persona, que era un hombre de profunda Fe que hasta el último momento de aliento ha luchado en el combate de la Fe y no renegar de su enfermedad. Su mujer, sus hijas y su hijo, sus nietos, todos alrededor de él , en esos tres interminables días que quedarán marcados para siempre en nuestros corazones, aunque el viaje continúa, lleno de desafíos, sueños, fantasías, alegrías, tristezas, esperas y despedidas… El gran misterio para todos, es que no sabremos jamás en qué estación nos toca bajar. Como tampoco dónde bajarán nuestros compañeros de viaje, ni siquiera el que está sentado a nuestro lado. A veces pienso en el momento en el que me toque bajar del tren. ¿Sentiré nostalgia, temor, alegría, angustia…? Separarme de los amigos que hice en el viaje, será doloroso y dejar que mis hijos sigan solos, será muy triste. Pero me aferro a la esperanza de que en algún momento, tendré la gran emoción de verlos llegar a la estación principal con un equipaje que no tenían cuando iniciaron su viaje, ese viaje sólo es la fe, y sólo se que es lo que me hará feliz, será pensar que colaboré para que ellos crecieran y permanecieran agarrados a ella en todo momento, en este tren hasta la estación final y de esta forma ver que nuestro viaje en este tren tenga significado, que haya valido la pena.
Todos juntos en este incierto viaje, hacia un destino común: la última estación. Una estación desconocida para todos… una incógnita… En este hermoso viaje para algunos y desagradable para otros, vivirlo como una fiesta, que es como lo hemos vivido y ver que se hace Pascua o vivirlo en la más profunda de las desesperanzas…, esa dicotomía en los que nos movemos en la vida, porque nosotros mismos muchas veces somos verdaderos impedimentos, porque la vida sigue estación tras estación que se suceden diariamente, y pasamos del amor al desamor, de la esperanza a la desesperanza, del apego al abandono, de alegría a la tristeza… O tal vez nuestras estaciones se suceden en orden diferente… pero una tras otra forman parte de nuestras vidas.
Cada estación tiene un mensaje, una enseñanza. La meta final nos espera a todos por igual, está en nosotros disfrutar de este viaje y llevarnos en el equipaje, lo más profundo, y todo aquello que hace que un simple paseo se convierta en un viaje inolvidable. El viaje puede ser importante pero el contenido de nuestro equipaje es el que nos permitirá seguir de pie ante las adversidades, ante los contratiempos.
Por eso no dudemos en guardar en él lo mejor que, para mí hoy, es la Fe y la familia.
¡¡ Feliz viaje Blas a la casa del Padre !!
¡¡ Prepáranos un buen aperitivo !!
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