No celebré el fin de año 2013, pues ese año para mí, sin duda, lo puedo calificar hoy como uno de los más duros de mi vida. Durante el mismo forjé importantes decisiones pero sin duda, lo que más me marcó del mismo, es que acompañé hasta el último suspiro de aliento de vida a tres personas queridas muy cercanas a mí, y sin duda, las tres han estado sostenidas por su tremenda fe. He hecho muchísimas horas de hospital y me he percatado muy bien de la soledad del hombre cuando no encuentra sentido ni a su enfermedad ni a su sufrimiento.

Hago limpieza en mi despacho y cae en mis manos un recorte de prensa de un diario valenciano que entre sus columnas de opinión destaca el siguiente artículo “Rezar no cura“, su autor el catedrático de informática don Gregorio Martín. En dicha columna resalta en el borde de la investigación científica, diferentes estudios hechos en los Estados Unidos acerca de la eficiencia de la oración especialmente en enfermos terminales o sometidos a duras intervenciones como son las de cirugía de “bypass” coronario. Como resultado lógico, afirma que existieron complicaciones en los pacientes durante los 30 días siguientes a sus operaciones. Curiosamente en la misma carpeta hay otro artículo del conocido Quim Monzó haciendo mención a una canción de Bob Dylan titulaba una columna como “Dios de nuestro lado“ y ¿a qué no saben ustedes a que hacía referencia?; pues al poder de confortar de la oración entre los enfermos y familiares de 1.800 enfermos del Hospital Clínico de la Universidad de Boston. Créanme que no sé dónde quieren llegar estos artículos pero lo que si evidenciamos y estamos todos seguros es que ni la Ciencia se dedica a buscar divinidades y que le fe y la espiritualidad no se rigen por métodos científicos. La fe no se puede introducir en un laboratorio, ni la podemos calibrar en una probeta. Hoy todos podemos decir independientemente de nuestro ser religioso, lo que en 1989 afirmó Stephen Hawking “Las ciencias ni me han acercado a Dios ni me han alejado de él, tan sólo humanizan el universo “.

Siguiendo con el artículo de análisis del profesor Martín me llama la atención que como conclusión de cierre utilice la soledad y afirme “ No es menos cierto que el día que a mí o a uno de los míos les toque pasar por el quirófano tendré que comerme mi angustia en soledad, sin poder buscar fuerzas externas que cambien el camino de la biología” En el profundo respeto que me inspiran sus palabras es precisamente esa soledad a la que alude la que realmente acampa con demasiada frecuencia en nuestras familias. En ese grito desesperado del abandono ( como Jesucristo en la Cruz ) , confluyen las gargantas anudadas de tantos padres y madres deshechos no por haberlo dado todo por sus hijos- que eso nunca les costó-sino porque a cambio sólo han obtenido abandono, porque están hartos de callar ante excusas que más parecen un insulto que verdaderas razones. A este grito se acoge también la soledad que se apodera de tantas parejas cuando el amor se ha perdido, desgastado o lo ha destrozado la traición. El grito de soledad del que anhela caricias y cariños que nunca volverán del pasado, y que empiezan a dudar de que algún día fuera ciertos. El grito de soledad del que cómo se le va la vida y sus fuerzas cuidando de sus mayores sin la más mínima ayuda de otros muchos que también debieran. Hay que apoderarse de ese grito en aquellas situaciones en las que lo único sensato es acogerse a la oración si eres creyente, porque hay soledades invencibles. Es imposible acompañar la soledad del que ha sido visitado recientemente por la muerte, y más si es en forma trágica y ante la pregunta. Dios mío, ¿por qué?, no habrá nunca nada ni nadie que cubra el hueco que deja ese hijo muerto en la flor de la vida. Dios mío ¿por qué? Es imposible calmar la frustración solitaria del que está postrado por la enfermedad durante años (y para eso no hacen falta estudios científicos ) . Dios mío, ¿por qué? Nadie es capaz de romper esa soledad del que tiene que enfrentarse a la más dura de las batallas, la de su propia muerte.

Sinceramente, me produce temblor, me estremezco ante tanto abandono y tanto relativismo. Me imagino este temblor en tantas mujeres víctimas de la violencia de sus parejas, en tantos y tantos inmigrantes que no sólo están lejos de sus patrias sino que se le ha negado durante mucho tiempo algo tan básico como ser reconocidos. Me abrazo a este grito desesperado en la soledad del aislamiento profundo del alcohólico, de ése con el que no quiere estar nadie y al que llamándole borracho calmamos nuestra conciencia. Me abrazo en la incomprensión como el Nazareno para intentar comprender que detrás de aquel joven que se deja esclavizar por la droga no hay sino una tremenda soledad que nadie sabe acompañar.
Es esa misma soledad sembrada insensiblemente por toda la tierra, la misma que nos ha llevado a tantas guerras absurdas, ha sido la prepotencia de un puñado de poderosos la que está dejando abandonados y solos a tantos y tantos miles de habitantes de nuestro planeta. Pero también es nuestro estilo de vida insolidario el que está detrás de estas guerras que sólo saben dejar desolación. Una horrible enfermedad tiene que habernos entrado cuando valoramos más un barril de petróleo que una vida humana, cuando nuestro bienestar consumista tiene que ser defendido con armas y muerte. Ricos y rodeados de todo, sí ……… Pero inmensamente solos.

Acabamos de vivir, cada uno a su manera la Pascua que culmina el encuentro entre Jesucristo, muerto y resucitado, y el ser humano. Nunca Dios y la Ciencia hubieran conocido lo que es ser hombre sin haber padecido en sus entrañas lo que es sentirse solo y abandonado como Jesucristo en la cruz. Nunca el hombre conocerá al Dios verdadero hasta que no le haya gritado que se siente solo y la mejor forma desde luego es la oración. A lo mejor el mundo empieza a cambiar cuando escuchemos unos de otros nuestros gritos de soledad. Sin duda llegaremos así al corazón del hombre. Como muchos, quizás tampoco encontremos respuesta y tengamos que callar. Pero, desde luego, y eso no hace falta el rigor científico conseguiremos un mundo mucho más humano porque como dijo Juan Pablo-II “Amar es lo contrario que utilizar”.

P.D.: Os dejo una bonita historia de amor con un vídeo que es viral en Internet.