Envidia, sí, envidia he sentido sobre una de las últimas conferencias de don Antonio Garrigues Walker. Un hombre sencillo, con sencillez de vida, que nos anuncia y denuncia hablando en la verdad. » Sobra radicalidad en la política española «. Y es cierto, conozco muchos, a muchísimos políticos de este país y ciertamente hay pocos » mirlos blancos » y ciertamente es patético su argumentario permanente en pro de defender sólo lo que les mueve ( en su mayoría ) que son sus putos intereses. Sobra radicalidad es muy cierto. ¿De todas formas, y aunque se ha avanzado mucho, no te parece que sigue siendo preciso que la sociedad sea más tolerante y haya menos gente fanática?. El fanatismo tan unido a nuestra historia, que tanto daño ha hecho hasta conducirnos a una guerra entre hermanos de la cual aún hoy seguimos viviendo dentro de la misma destrucción.

Sin duda. El fanático es uno de los más grandes enemigos de la libertad. El fanatismo es como una plaga nauseabunda que anida en el corazón de quien no quiere ver el mal que hace. El fanático se pasa la vida denunciando el mal, pero nunca lo encuentra dentro de sí mismo (habitualmente porque está sumergido en él).

El fanático pretende poner a los buenos a un lado y a los malos al otro, y situarse en el lado de los buenos, y decir que a los malos se les puede maltratar: ese es el errado maniqueísmo de la dialéctica del fanático.

El fanático olvida que el fin no justifica los medios, que no puede buscarse un fin bueno –y además, dudosamente bueno, en la mayoría de los casos– empleando medios inmorales. Hay que perseguir el mal, pero dentro de la ley y dentro de la moral, y teniendo en cuenta siempre los principios fundamentales de la tolerancia.

Toda sociedad necesita de valores firmes, de convencimientos no hipotético, ¡¡¡ y más ahora !!!. ¿Y no crees que hay épocas en las que quizá esa lucha es más difícil, y hay que ser aún más comprensivo? Hay quien dice que la única bondad es la indulgencia. No es lo mismo tolerancia que indulgencia. Pero, en cualquier caso, si no se aplica correctamente, también la indulgencia puede ser injusta, destructiva y cruel. Con indulgencia solo, no se puede promover el bien, ni educar a nadie, ni hacer que impere la justicia.

Hay que ser comprensivo siempre, pero la comprensión no lo arregla todo. No hay que olvidar, además, que la moral no está pensada solo para los buenos tiempos, sino que, de hecho, cuando más falta hace es en los malos tiempos. Los malos tiempos no justifican las malas acciones ni la mala vida. Como dijo Tomás Moro,

«Los tiempos no son nunca tan malos como para impedir que un hombre bueno viva en ellos».

Como dice un amigo mío:

«Hasta para ser un buen gilipollas tienes que ser un buen profesional».

Te lo ilustro con un ejemplo.

Sin duda falta moral y sobra tanto y tanto fanatismo político. Cuando los obispos decían en sus textos que España necesita una regeneración moral, la gente pensaba, «bueno, las cositas de los obispos»