La mejora de la comunicación como consecuencia del desarrollo de las nuevas tecnologías (entre las que se encuentra el uso del correo electrónico, las redes sociales y la telefonía móvil) hace que se pueda acceder a un mayor número de personas. Por el contrario, también hace que la reputación de quien envía los correos o mensajes sea cada vez más vital para la supervivencia de todos los negocios, de las administraciones y de los profesionales que trabajan en los mismos. Es por esto que el correo o mensajes no deseados, el vulgarmente denominado «spam», sea cada vez menos valorado por quienes lo recibimos a diario.

La existencia de mercados dinámicos donde, además de la innovación, el éxito radica en el «buen hacer» hace que la ética o responsabilidad social profesional cada vez esté más considerada. Por ejemplo, un reciente estudio denominado» Winning with integrity » en el que se entrevistaba a más de 250.000 personas de Estados Unidos mostraba que la percepción de la empresa o de las ciudades en el mundo está vinculada a tres área principales. Estas son; en un 34 % la profesionalidad, un 40 % la calidad de su marca y un 56 % a la gestión y la responsabilidad de la firma frente al consumidor. Como podemos comprobar las personas y nuestras actitudes, contamos y mucho, afortunadamente.

Vivimos en una espiral en la que difícilmente dejamos liberar los sentimientos. Más allá de las apariencias en las que algunas veces nos reflejamos o nos refugiamos, la vida nos ofrece otros significados. Esta sociedad consumista en la que vivimos ha dado la espalda a los ciclos de la naturaleza. Los hombres, encerrados entre bloques de hormigón, creamos mundos virtuales y sufrimos la peor enfermedad que azota a esta era; la prisa. La vida es una sucesión de momentos para disfrutarlos y no para sobrevivir, como se empeñan en vivir algunos. No estamos en un buen momento, pero es triste, muy triste, el discurso que cada vez es más masivo sobre la necesidad de intentar volver a situaciones pretéritas, que sin duda, se han transformado en el nuevo orden económico. Es por esto por lo que se ha impuesto una dictadura moral y social en la que el otro no cuenta.

No pocos viven hoy ignorándose a sí mismos a pesar de que constantemente se están ocupando de sí. Caminan por la vida sin percibir a los otros, aunque continuamente estén en relación con ellos. Creen comunicarse y no se comunican. Hablan sin que nadie pueda escuchar su interior y sólo escuchan cuando son ellos quienes se hablan a sí mismos. La vida está tan desprestigiada que hasta la comunicación la hacemos mediocre.

Escribo estas líneas desde el profundo reconocimiento hacia un grupo de jóvenes valencianos que se han atrevido a dar otra imagen de la ciudad en la que vivo, a través de un vídeo viral que con el título “ We are from Valencia” con el cual han conseguido más de 150.000 entradas en cuatro días.

No soy valenciano, pero Valencia me adoptó hace ya bastantes años, tantos que hoy sigo sin comprender la poca autoestima que el valenciano de a pie tiene de lo que le rodea y cómo sí que valora todo lo foráneo. Sinceramente no entiendo su «sentimiento e identidad como pueblo». Conozco a los jóvenes que han protagonizado este vídeo y sé que no les ha movido la fama que accidentalmente han encontrado, no buscan dinero, sólo y exclusivamente les mueve el agradecimiento a la vida y a la gran fortuna de nacer y vivir en esta ciudad. Sin duda son “bienaventurados”. De hecho el Papa Francisco en su último discurso convocando a la nueva Jornada Mundial de la Juventud habla del valor de la felicidad que estos mismos jóvenes resaltan en su corto, y así dice : «Pero, ¿qué significa “bienaventurados” (en griego makarioi)? Bienaventurados quiere decir felices. Decidme: ¿Buscáis de verdad la felicidad? En una época en que tantas apariencias de felicidad nos atraen, corremos el riesgo de contentarnos con poco, de tener una idea de la vida “en pequeño”. ¡Aspirad, en cambio, a cosas grandes! ¡Ensanchad vuestros corazones!

Si de verdad dejáis emerger las aspiraciones más profundas de vuestro corazón, os daréis cuenta de que en vosotros hay un deseo inextinguible de felicidad, y esto os permitirá desenmascarar y rechazar tantas ofertas “a bajo precio” que encontráis a vuestro alrededor. Cuando buscamos el éxito, el placer, el poseer en modo egoísta y los convertimos en ídolos, podemos experimentar también momentos de embriaguez, un falso sentimiento de satisfacción, pero al final nos hacemos esclavos, nunca estamos satisfechos, y sentimos la necesidad de buscar cada vez más. Es muy triste ver a una juventud “harta”, pero débil”.

Sin duda este vídeo es un buen ejemplo de una juventud con un profundo amor a la vida, ensanchando sus corazones a través de bonitas imágenes de nuestra ciudad.

¡¡ Mucho ánimo y a seguir triunfando chicos !!

Podéis ver el vídeo en :