Acaba de publicarse el último informe presentado por la Fundación para la Innovación Tecnológica (Cotec), en el que muestran los sucesivos recortes en el presupuesto público desde 2009, que llegó a alcanzar el -5,6% en 2012 y que ha continuado con una caída del -2,8% en 2013.

Unos recortes que contrastan con el crecimiento continuado de la inversión media en la UE, con un 4,1% (2010), un 5,1% (2011), un 3,9% (2012) y un 1,5% (2013). Esta evolución negativa también llama la atención al compararla con los principales países de nuestro entorno, especialmente Alemania y Francia, que no han dejado de crecer desde 2009 hasta 2013 con una media de crecimiento en estos cinco años del 4,42% y del 2,82%, respectivamente.

La reducción de la inversión pública ha sido tal que, por primera vez desde el comienzo de la crisis, el sector privado, con un 46,9%, financió las actividades de I+D en mayor medida que el sector público, con un 45,7%. Esto indica que las empresas privadas mantuvieron su inversión frente a la estrategia del Estado.

Las distintas Administraciones estos últimos años han hecho los que yo denomino “experimentos” y esto ha repercutido notablemente en todo el Sistema Nacional.
Sin duda, en el caso del apoyo a la I+D+I, estoy a favor de la meritocracia; pero enfocada. No se puede vender que todo el mundo puede ser emprendedor, no sólo es alentar a los mismos en lugar de reprimirlos, no sólo es reducir la burocracia y luchar contra la corrupción, pero hay algunas medidas más específicas que también deberían considerar.
En primer lugar, las administraciones podrían ofrecer premios a los innovadores que inventen productos con gran potencial comercial o incluso innovadores servicios rentables, especialmente de carácter social.

El gobierno de Estados Unidos ha creado un sitio web denominado Challenger.org, donde 45 ministerios y agencias federales, incluyendo la NASA, ofrecen hasta cinco millones de euros en premios para aquellos que resuelvan desafíos tecnológicos concretos. También existen fundaciones privadas, como el Premio Ansari X, que ofrecen recompensas millonarias a quienes resuelvan desafíos tecnológicos concretos.

Hay una larga historia de premios para la innovación. En 1795, Napoleón I ofreció 12.000 francos a quien inventara un método para conservar los alimentos durante las largas marchas de su Ejército, lo cual llevó a la invención de las latas de alimentos sellados. En 1919, el magnate hotelero Raymond Orteig ofreció veinticinco mil dólares para el primer piloto que volara de París a Nueva York, que ganó Charles A. Lindbergh en 1927.
Como dice el profesor de la Universidad de Harvard, Tony Wagner, las escuelas deben dejar de premiar a los estudiantes con buenas calificaciones por lo que “saben”, y en su lugar comenzar a darles buenas calificaciones por su capacidad para analizar y resolver problemas.

No hay duda de que crear un ecosistema que promueva la innovación, como Silicon Valley, es una tarea muy compleja, y la Comunitat Valenciana no lo es, pero habrá que comenzar con tener unas Administraciones que dejen hacer, un sector privado dinámico y una cultura de admiración por los emprendedores y por los innovadores.